Vivimos en la Mátrix del perfeccionismo.
Esa voz en tu cabeza que te dice “hazlo bien o mejor no lo hagas”, “esto aún no está listo”, “cuando lo tengas perfecto, lo enseñas”… Y mientras tanto, te pasas la vida en la casilla de salida moviéndote menos que Espinete en una cama de velcro (perdón por la referencia millenial 😅)
Y ojo, que esta obsesión con hacer todo brillante, útil, instagrameable y profesional no solo agota, también te quita las ganas de hacer cosas solo porque sí. Porque te apetece. Porque te hace feliz aunque te salga como un churro.
- ¿Has querido aprender algo nuevo y lo has dejado porque no eras top desde el día uno?
- ¿Has soñado con un proyecto pero no lo has empezado porque “no tienes tiempo de hacerlo bien”?
- ¿Has querido cantar, bailar, escribir, crear… pero te bloquea la idea de no hacerlo perfecto?
¿Te suena?
Pues en este artículo venimos a decirte algo muy simple: Hazlo mal. Hazlo regular. Hazlo aunque te salga cutre. Pero hazlo. Porque ser mediocre también puede ser un acto de rebeldía.
Empezamos:
El mito del perfeccionismo como virtud
Soy perfeccionista, dices, pero te suena a algo medio bueno, medio problemático, medio “lo voy a soltar en la entrevista de trabajo”.
Nos han vendido (mogollón) el perfeccionismo como si fuera una joya de personalidad: señal de exigencia, de profesionalidad, de dar siempre el 120%.
Pero la realidad es que muchas veces, más que una joya, es una bola de hierro atada al tobillo. Como la de los presos de los cómics (estamos pensando en los hermanos Dalton en Lucky Luke…)
Lo que esconde el perfeccionismo no es amor por el detalle: es miedo al juicio. Miedo a no estar a la altura. Miedo a hacer el ridículo. Miedo a que lo que salga de ti no sea suficiente (y, por extensión, que tú tampoco lo seas).
¿Y qué hace ese miedo? Te bloquea, te impide empezar. O te hace empezar 500 veces pero no terminar nada nunca jamás.
Mientras tú esperas el momento perfecto, la gente mediocre pero valiente ya ha sacado su podcast, su canal de YouTube, su colección de tote bags bordadas y su huerto urbano. Y, oye, no pasa nada. El mundo no se acaba porque algo no esté impecable.
Pero sí se que llena de ideas geniales que nunca ven la luz por culpa de una coma fuera de sitio.
Ser mediocre a veces es una decisión sana (y necesaria)
¿Y si te dijéramos que hacer algo mal puede ser lo mejor que hagas por ti esta semana?
Sí, en serio. Cantar como si un loro y un cuervo hubieran tenido un hijo. Bailar como si no tuvieras articulaciones. Escribir un poema que rime “corazón” con “televisión” (¡o con melón! Que ya se ha hecho).
Porque no todo lo que haces tiene que ser perfecto o monetizable. A veces, solo necesitas hacer cosas porque te lo pide el cuerpo. O quizá porque tiempo, es martes y te apetece montar una coreografía improvisada en el pasillo.
La mediocridad —esa palabra que nos enseñaron a temer— puede ser un refugio, el lugar donde no hay presión.
Un espacio donde puedes probar, fallar, aprender y volver a probar sin tener que subirlo a Instagram ni justificarlo en tu currículum y de donde salen, aunque parezca mentira, las ideas más perfectas.
- Haz pan que parezca una piedra lunar.
- Dibuja sin intención de colgarlo en ninguna parte.
- Canta en el coche como si estuvieras en Broadway con catarro.
Y si alguien te mira raro, sonríe y dile: «Es mi primerito día»
Ser mediocre no siempre es quedarse en lo cutre, o es rendirse. Es empezar. Y eso, en una época obsesionada con el rendimiento, ya es bastante punky.
El perfeccionismo y su efecto en las personas multipotenciales
Si ya es difícil escapar del perfeccionismo en general, para una mente multipotencial puede convertirse en un bloqueo XXL con luces de neón. Porque cuando tienes muchas ideas, muchas pasiones y muchos proyectos rondando en la cabeza, el perfeccionismo no solo molesta: te sabotea.
Querer hacerlo todo bien = No hacer nada
Las personas multipotenciales solemos vivir en modo “me interesa esto, y esto y esto también”. Pero claro, el perfeccionismo no entiende de diversidad ni de exploración. Él solo quiere resultados impecables. Excelencia desde el minuto uno.
¿El resultado?
Tienes 12 ideas geniales y cero ejecutadas. Porque si no puedes hacerlas como dios manda, ¿para qué hacerlas?
La necesidad de ser sobresaliente en todo
Otra trampa muy real: pensar que, porque se te dan bien muchas cosas, tienes que ser increíble en TODAS. Y si no, ya no vale.
El problema es que esa idea es un agujero negro de autoestima. Nadie (ni tú, ni Beyoncé, ni Leonardo da Vinci) puede ser brillante en todo a la vez sin que se le quemen las neuronas por combustión espontánea.
Perfeccionismo disfrazado de “todavía me da miedo”
Esta es fina, sutil, engañosa.
El clásico “ya lo haré cuando tenga más tiempo, más formación, más seguridad, más foco, más estabilidad, más paz interior, más… lo que sea”.
En realidad, no estás esperando las condiciones ideales. Estás esperando sentir que lo vas a hacer perfecto. Y, como ese momento no llega, tampoco llegas tú.
La finalidad de la vida multipotencial no está en hacerlo todo impecablemente. Más bien debería consistir en elegir lo que te apetece explorar ahora, hacerlo como puedas y darte permiso para que te salga regular.
Porque cada vez que terminas algo sin que sea excelente, le das una patada al perfeccionismo. Y cada patada suma puntos de experiencia para hacer más de lo que te dé la gana en el futuro.
¿Te está costando encontrar claridad entre tanto caos mental?
Si quieres, puedes empezar por conocerte mejor con nuestra guía gratuita Ikigai para multipotenciales.
Es un primer paso realista (y nada perfecto) para entender qué te mueve Y empezar sin presiones.
Estrategias para mandar a callar al perfeccionismo
El perfeccionismo es ruidoso, pesado y manipulador, pero no es invencible. Aquí va nuestro arsenal multipotencial para silenciarlo cuando se pone en modo plasta.
Hacer cosas mal… a propósito
Sí, sí. Mal. Regular. Chapuceras.
Una ronda de mediocridad voluntaria, por favor. Pinta sin boceto, graba un reel sin filtros ni veinte tomas, haz un bizcocho sin receta y míralo crecer (o colapsar)…
¿El objetivo?
Romper esa conexión tóxica entre autoestima y resultado, y recordarte que tú vales aunque lo que hagas no quede bonito ni vendible. Además, muchas veces ese mal hecho te sorprende: tiene verdad, tiene vida, tiene belleza a su manera y algo que no tenía el intento perfecto jamás acabado.
Planificar menos, probar más
Una de las formas favoritas del perfeccionismo es disfrazarse de organización.
Pero tú sabes (y nosotras también) que detrás de ese Notion o ese Excel con mil secciones hay un miedo bien peinado a hacer algo que no esté listo.
Solución: deja de pensar tanto y pasa a la acción en versión beta.
- ¿Tienes una idea? Prototipo rápido.
- ¿Te ronda un tema? Cuéntalo en voz alta a alguien.
- ¿Te apetece crear algo? Haz un mínimo viable en una tarde.
La clave no es lanzarte sin pensar. Es dejar de pensar para siempre sin lanzarte.
Porque muchas veces, el primer borrador mal hecho te abre una puerta que el Excel perfecto nunca iba a abrir.
Resumen táctico:
- Crea sin esperar aplausos.
- Publica sin revisar 13 veces.
- Termina aunque no te enamore.
- Ríete del fallo y sigue.
Cada acción (imperfecta) es un ladrillo más en tu confianza y, si algo sale raro, ¡Enhorabuena!: estás haciendo cosas.
Conclusión: Haz cosas feas, mal hechas, raras y tuyas
No viniste al mundo a ser un ser humano perfecto.
Viniste a probar, a cagarla, a reírte, a empezar otra vez, a aburrirte, a emocionarte y a hacerlo lo mejor que puedas… Aunque lo mejor que puedas sea un caca en patinete.
Porque el perfeccionismo es un freno y cada vez que lo esquivas y haces algo igual, sin garantías ni acabados brillantes, estás ganando libertad.
Así que dale al karaoke aunque desafines, súbete al escenario aunque se te olvide el texto o manda ese post que a ti te flipa.
Y, si necesitas un empujón para empezar a vivir (y crear) sin tantas cadenas mentales, échale un ojo a nuestro ebook (No) Me Da la Vida.
No tiene fórmulas perfectas, pero sí herramientas reales para dejar de esperar y empezar a moverte. Aunque sea a pasitos torpes.
Hazlo. Aunque no esté listo.
Hazlo. Aunque sea feo.
Hazlo. Porque es lo que sientes y lo que quieres.
Y ya.
